Libre comercio y libre competencia no deben ser antagónicos
Antes de la apertura comercial, sólo Codelco tenía estatus de empresa «grande». Dicho estatus era el reflejo de que Chiletenía mucho cobre, más que consecuencia de sus estrategias corporativas o de las innovaciones en su línea de productos.
La apertura comercial ha generado un escenario distinto. Por un lado, muchas empresas desaparecieron por la competencia que les impusieron otras empresas que tenían mejores condiciones para su desarrollo. Un caso paradigmático es el de una gran textil como Yarur–Sumar.
Tal como esos productos extranjeros provocaron la quiebra de empresas como Yarur–Sumar, a través del tiempo la apertura ha permitido la aparición de. otras que desarrollan productos relacionados con nuestras ventajas competitivas. En el caso de Chile, estas se asocian a sus recursos naturales. Empresas como Concha y Toro y todas las viñas y las salmoneras que ahora en masa vienen al mercado bursátil son los mejores ejemplos de esto.
Respecto de empresas ligadas a la explotación de recursos naturales, era razonable pensar que muchas de ellas crecerían y tendrían una posición interesante a nivel mundial, claro que Concha y Toro posiblemente ha ido más allá de lo que uno podía esperar.
Otro grupo de empresas que pudo desarrollarse es el de los ex monopolios estatales ahora privatizados.
Las de infraestructura («utilities» en inglés), como las eléctricas, son el mejor ejemplo. El caso de Enersis fue sorprendente, porque no era evidente que Chile tuviera grandes ventajas que explotar a nivel internacional y menos que lo haría en sectores tan regulados como el eléctrico.
Otra empresa ex miembro de un duopolio estatal que ha logrado un posicionamiento internacional relevante es LAN, que se sitúa hoy, en particular si se aprueba su fusión con TAM, entre las principales aerolíneas del mundo. El sector de las aerolíneas es quizás menos regulado que el eléctrico, pero es donde el sentimiento nacionalista es más fuerte.
Finalmente, han aparecido empresas en que era impensable que pudieran desarrollarse a priori y llegar al nivel que llegaron. Dos casos de esto son Sonda y su red de filiales tecnológicas en América Latina y el de las empresas de retail como Falabella, Cencosud o Ripley. Su expansión por la región no era evidente. Respecto de éstas, es interesante que en su momento estuvieran amenazadas en Chile por gigantes extranjeros como JCPenny o Carrefour que intentaron entrar a Chile sin éxito. No era evidente que esas firmas chilenas ganaran esa batalla, pero una vez que lo hicieron se sintieron con fuerza para disputar otros mercados.
Desafíos dentro de Chile
El desafío obvio que presenta para la economía chilena el desarrollo de estas grandes y dinámicas empresas es el de la libre competencia. Estas empresas tienen un considerable poder, ya sea en el mercado del producto o servicio que prestan, a nivel de los insumos que utilizan o ambos. Es fundamental hacer compatible empresas grandes con respeto por la libre competencia. Esto no es automático, requiere supervisión.
Por mucho tiempo, este tema fue de segundo orden de importancia hasta que el Presidente Lagos creó la Fiscalía Nacional Económica y reformó el poder judicial creando un órgano especializado, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
Ese fue un cambio radical respecto de la institucional idad previa, pero todavía admite mejoras. En la FNE trabajan 85 personas, la mitad de las cuales son abogados y economistas, viendo temas de libre competencia. A diferencia de las superintendencias financieras, la FNE tiene menos personal –aproximadamente el 10% del que tienen aquellas– y un ámbito de acción sin límites industriales, como sí lo tienen aquellas.
Es crítico reforzar esta institucionalidad dotando de más recursos a la FNE y fortaleciendo la figura del fiscal. La expansión y crecimiento de las compañías chilenas en el exterior no pueden hacerse sobre la base de faltas a la libre competencia dentro de Chile. Es un riesgo, y hay que enfrentarlo.
Desafíos fuera de Chile Las empresas chilenas fuera del país son reconocidas como tales: son chilenas. Todas las multinacionales siempre han llevado la bandera a cuestas. En consecuencia, lo que hagan las empresas impacta la imagen del país. Un caso claro fue el de aquel video que se transmitió en un avión de LAN y que afectó sensibilidades en Perú. El evento creó complicaciones políticas externas. ¿Se imagina si se repitiera ahora en Perú o Bolivia un caso como el de los trabajadores encerrados en un supermercado toda la noche? Las multilatinas chilenas hoy irradian una imagen que habría que estudiar bien. Da la impresión de que es en general buena. Son empresas profesionales, eficientes, respetuosas de las leyes y regulaciones locales. Esas empresas le hacen bien al país, pero hay riesgos, como los mencionados, que es útil que la Cancillería monitoree. El ejemplo español es conveniente estudiarlo con detalle.
Chile ha obtenido grandes beneficios de la apertura al comercio internacional, pero vivimos momentos decisivos, producto del intento de fusión de LAN y TAM. Esta operación debe mostrar que es compatible que empresas de un país pequeño como Chile se transformen en actores de clase mundial. Ello no puede hacerse a costa de los consumidores o de la libre competencia en Chile.
Esto requiere de acciones decididas de todos: la autoridad de competencia, poniendo condiciones apropiadas; de la empresa misma, accediendo a ellas, y del gobierno, reforzando la capacidad del Estado de garantizar que la libre competencia y el libre comercio internacional no sean antagónicos.
Fuente : Poder y Negocios