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La pugna que desató el mall de Chiloé

La pugna que desató el mall de Chiloé
12 marzo, 2012

No hay manera de llegar a Castro, por aire, mar o tierra, en que la construcción del Mall Paseo Chiloé que se levanta en la ciudad no aparezca en el paisaje junto a otros hitos urbanos como la Catedral o los palafitos asentados en la costanera. Por la envergadura del proyecto, bastó que se difundieran sus fotos por las redes sociales para que la polémica se encendiera y sobrepasara los límites de la isla. El gobierno atacó con dureza la construcción, Pablo Longueira, ministro de Economía, la calificó como una «chambonada», y su par de Cultura, Luciano Cruz–Coke, dijo que la construcción era «grosera y aberrante». El titular de OO.PP., Laurence Golborne, utilizó un refrán: «La culpa no es del chancho, sino de quien le da el afrecho», apuntando al municipio.

Ese fue el tono de la mayoría de las reacciones que generó el proyecto de la empresa Pasmar, propiedad de la familia Mosa, considerada una de las mayores fortunas de la Región de Los Lagos gracias a sus negocios en las áreas inmobiliarias y del retail. La firma es parte de las empresas de los hermanos de origen sirio Aníbal, Fabiola y Jack Mosa.

La crítica apunta al emplazamiento de la obra en el casco patrimonial de la ciudad. «Es como que hubieran sacado un mall de Buenos Aires y lo lanzaran con un misil al centro histórico», dice el arquitecto Edward Rojas, quien ha estudiado la arquitectura de la isla y restaurado sus iglesias, además de diseñar el Parque Tantauco. Similar reacción provocó en el Colegio de Arquitectos, institución que llamó a la empresa a «respetar Castro». Para el presidente de la entidad, Luis Eduardo Bresciani, «es una construcción totalmente desescalada, que va a traer problemas». Lo mismo en el Consejo de Monumentos Nacionales, entidad que no tiene tuición sobre la zona, pero sí sobre el sitio aledaño, donde está la Catedral, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Según su secretario ejecutivo, Emilio de la Fuente, «no se puede sobrepasar el bien común. (El mall) se podría haber emplazado en la periferia».

Los chilotes, en cambio, están a favor del centro comercial. Consideran que alivianará las cinco horas que les cuesta llegar a Puerto Montt para ir al cine o a una tienda especializada, además de evitar el gasto de los $ 30 mil que cuesta el viaje. Según las cifras del concejo municipal, además, el proyecto creará 900 empleos directos. Por eso, el martes, en la última sesión del concejo, un grupo de dirigentes vecinales interrumpió la cita, solicitando que la construcción no fuese detenida, por lo que creen es una «visión romántica de Chiloé» que se les trata de imponer desde Santiago. «El único patrimonio son las iglesias. En lo demás somos una ciudad normal y necesitamos adelantos para la isla y no para los turistas que nos vienen a ver una vez al año», dice Graciela Alvarez, una de las líderes vecinales que irrumpió en la municipalidad.

Sin embargo, hoy el problema del mall, más que estético, es legal. Jurídicamente, la obra está paralizada, pues excede en dos pisos el proyecto que presentó en 2008 y que fue aprobado por la Dirección de Obras. Pese a las tres multas cursadas por la Municipalidad de Castro y a la denuncia que presentó ante el juzgado de Policía Local, la empresa no ha detenido los trabajos y está citada a una audiencia para el 14 de marzo.

«Nuestro norte es el sur de Chile». Así resume Pasmar su interés por el mercado regional. En el registro de propiedad, la firma tiene inscritos 14 nombres para nuevos centros comerciales, entre ellos Paseo Ancud, Paseo Valdivia, Paseo Puerto Varas y Paseo Coyhaique. El caso de Castro se barajaba desde hace 10 años, por el auge de la salmonicultura. Estratégicamente, apuntan desde la firma, su área de influencia es de 350 mil personas en todo el archipiélago, dirigido a los estratos socioeconómicos C3 y D, con un elevado flujo de compras.

Pasmar presentó en 2008 un proyecto que fue autorizado en abril de ese año y que permitía construir un centro comercial de 24 mil metros cuadrados repartidos en tres subterráneos y cuatro pisos. El mall se emplazaría en la intersección de las calles Ignacio Serrano y Eleuterio Ramírez, a tres cuadras de la Plaza de Armas, en cuatro paños de terreno adquiridos por la familia Mosa a la eléctrica Saesa y a particulares. Para esto, Pasmar contrató al arquitecto Jesús Chavarrí, quien había diseñado los malls de Puerto Montt.

Los trabajos sólo comenzaron el 2010, año en que Pasmar adquirió un nuevo terreno, donde hasta entonces funcionaba la oficina de abogados del concejal PS Julio Alvarez. «El sitio lo vendió mi suegra (Elisa Martínez Subiabre). Pasmar compró a varios vecinos, entre ellos a mi suegra», dice Alvarez, para evitar cualquier suspicacia.

En esos terrenos, Pasmar inició nuevas faenas, que agregó como parte de lo que ya estaba construyendo. Según explican en la municipalidad, la Dirección de Obras se enteró casualmente de que el plan original se había modificado. En una visita de rutina, los inspectores detectaron que se había anexado un nuevo paño al proyecto.

Así consta en el acta de la reunión del concejo del 3 de enero de 2011, primera vez que las irregularidades de la construcción se trataron en el municipio y cuando la directora de Obras María Luisa Cifuentes y el asesor jurídico Juan Pablo Sottolichio expusieron que el futuro edificio era diferente al que se había aprobado en 2008 desde el punto de vista arquitectónico y de impacto vial. A su vez, varios concejales consideraron «importante que la obra se materializara» y pidieron «buena disposición» a los encargados de la tramitación del proyecto.

En noviembre de 2011, la municipalidad ordenó la primera paralización de los trabajos por la modificación del plan original, que, además, había sufrido un cambio de equipo: Chavarrí había dejado el proyecto y había sido reemplazado por la oficina argentina BMA, de Rodolfo Miani, la misma que diseñó el Boulevard del Parque Arauco.

Luego vino una serie de trámites administrativos de Pasmar para tratar de solucionar el tema, incluyendo una exposición ante el concejo municipal.

El 19 de diciembre del año pasado, Jack Mosa concurrió a una sesión acompañado de sus principales ejecutivos y abogados, para responder las dudas de los concejales. Según el acta de la reunión, Mosa dijo que este era uno de los desafíos más importantes de la empresa y destacó que «la construcción no ha sido fácil» y que debieron «adecuarla en el camino». Insistió en la necesidad de que el plan fuera aprobado en su totalidad y aseguró que los errores serían subsanados.

Al concluir la cita y luego de que el concejo le planteara que la construcción debía apegarse a lo aprobado el 2008, Mosa se fue molesto. «Nos reunimos con el empresario para darle a entender que lo que quería hacer no se podía. El terminó diciendo que no había buena disposición por parte del municipio», explica el alcalde Nelson Aguila.

Así estaban las cosas cuando en los primeros días de enero la municipalidad se percató de una nueva sorpresa: el edificio excedía los cuatro pisos autorizados inicialmente y contaba con seis.

Hasta la fecha, la Dirección de Obras ha cursado tres multas a la empresa y ha ordenado la misma cantidad de veces que se paralice la construcción. «Nunca nos había pasado que una empresa a la que notificáramos tantas veces no acate», explica Cifuentes.

Por su parte, desde Pasmar señalan que ellos pagarán todas las multas.

Más allá de esta polémica, los chilotes no cambian de opinión y siguen queriendo el mall, pero legalmente saneado. Esta posición la lidera una agrupación denominada «Ciudadanos por Castro», conformada por particulares, ONG, la Cámara de Comercio y el Colegio de Arquitectos local, quienes piden que se respete el proyecto original y se busquen métodos para mitigar su impacto visual, patrimonial y vial. «Estoy de acuerdo con el mall, pero con el primero. Aquí no hay cine y el viaje a Puerto Montt dura horas por el puente que no nos dieron. Hay que compatibilizar la idea folclórica de Chiloé con el desarrollo», dice el concejal Alvarez.

Mientras tanto, desde la empresa señalan estar estudiando los escenarios jurídicos para resolver el tema, y en la municipalidad aseguran estar de manos atadas al no conocer los planos actuales. «Recién ahí vamos a poder calcular en cuánto han sobrepasado el permiso original. Tenemos una estimación de unos tres mil o cuatro mil metros cuadrados más, pero eso recién lo podremos comprobar con los planos y una visita», agrega Cifuentes.

Fuentes cercanas a Pasmar señalan que la empresa apuesta a pagar las multas y sortear los temas administrativos, considerando poco probable una posible demolición. Respecto de la fachada, Marco Moreno, gerente general del grupo Pasmar, ha declarado que esta será acorde con la arquitectura chilota. «Los habitantes de Castro quieren el centro comercial y quienes lo critican no viven allá», sentenció.

Por su parte, el edil indica que, «al parecer, la empresa no se tomó muy en serio las normas y sus asesores no fueron capaces de advertirle lo que podría ocurrir». Sobre una posible demolición, indica que ésta sólo se produce cuando están todos los actos administrativos agotados, «en ese caso puedo ordenarla para los pisos de más. Con escandalera o sin escandalera nacional, esto se va a resolver».

Fuente : La Tercera