Cuáles eran y cuáles son las grandes fortunas chilenas
«En esta tierra de Dios y del salitre es nueva ocurrencia de las jentes de poca cuenta decir que los chilenos estaban pobres y que por esto se metieron de cabeza en la guerra. Entiéndase que ninguno de los proponentes debe su fortuna al salitre ni a los negocios de la guerra sino a su intelijencia (sic) y a su sudor, es decir, a la industria, al capital, y al trabajo».
El texto de Benjamín Vicuña Mackenna está extraído del diario El Mercurio de Valparaíso del 26 de abril de 1882. Bajo el título «Los Millonarios de Chile Viejo», detalla 59 nombres, con su respectiva fortuna.
Entre todos suman $174 millones de la época, unos US$ 1.300 millones de hoy, según el cálculo de Eh Clio Lab, Iniciativa Científica del Milenio, Mideplan.
La mayor fortuna es la de Juana Ross de Edwards que suma $16 millones, un 4% del Producto Interno de esa época. Y si se agregan las cifras de su descendencia, representa el 7% del Producto Interno.
La cifra es ligeramente mayor que la de la actual mayor fortuna de Chile, la que encabeza Iris Fontbona y su familia, el grupo Luksic, que representa en torno al 6% el PIB.
Los lazos
El análisis de las fortunas de 1882 da cuenta de claves que se repiten. La fuerte importancia del negocio del crédito y bancario y la minería están en las bases de buena parte de los emprendedores de ayer y de hoy.
De hecho, del listado de 1882, en torno al 80% viene del sector comercio, bancario y minero, y sólo un 20% de la hacienda.
Otro punto en común. La presencia de los inmigrantes como fuente de emprendimiento. «Sin extranjeros no se puede entender el mundo empresarial en Chile», explica el historiador, Patricio Bernedo.
También están las formas más incipientes del «capitalista de riesgo», se trata del «habilitador minero», que apoya con recursos, a cambio de interés, a los explotadores de faenas de plata y el cobre.
¿Hubo quiebre o continuidad en el mundo empresarial? ¿Las mayores fortunas de hoy son las mismas o hay nuevos actores?
Los historiadores tienden a inclinarse más por la primera opción, concediendo que hay excepciones. «Existe la creencia de que las grandes fortunas chilenas han permanecido a lo largo del tiempo. Y eso es falso. Esa continuidad se da por la permanencia de los apellidos a nivel de la elite dirigente. Los apellidos han sobrevivido, pero eso no significa permanencia de las fortunas», dice el historiador económico Ricardo Nazer. Y pone el caso de una rama de los Matte, que en el siglo XX construyen un patrimonio nuevo, a partir de la Papelera.
«Según los ciclos de expansión y crisis de la economía, se han generado nuevas fortunas y se han destruido fortunas», agrega Nazer.
Algo en lo que coincide Patricio Bernedo. «No hay continuidad. Yo diría en parte por las condiciones cambiantes de mercado y políticas también. Y lo otro, por la incapacidad muchas veces de heredar un ethos empresarial a las generaciones siguientes».
«Está estudiado en la historiografía empresarial mundial. El problema es que a las fortunas familiares les cuesta permanecer en el tiempo. Se calcula que duran tres generaciones, como promedio», dice Nazer.
Fuente : El Mercurio